Super Bowl Halftime Show: Un espectáculo infantil y sobreactuado, marca Katy Perry.
- David G.M. de León
- 2 feb 2015
- 4 Min. de lectura

La cantante fue la encargada de amenizar el descanso de la Super Bowl. El entretenimiento estaba asegurado, pero no se salva de esta crítica.
Febrero, para los amantes, frikis y seguidores de la música, es un gran mes. El redoble de salida lo lleva acabo el show preparado para el descanso de la gran final de fútbol americano. Más tarde, en la segunda semana, se celebran los premios más importantes de la música, los Grammys. Por último, el platillo final lo dan los Oscars –acabando el mes- donde siempre cae más de un número o actuación musical.
La pasada madrugada, se celebró la final de la Super Bowl que enfrentó a los Seattle Seahawks contra New England Patriots en el estadio de University of Phoenix (Arizona). El himno nacional, indispensable antes del comienzo en un evento de tales dimensiones, lo cantó Idina Menzel, aprovechando el tirón de su éxito con “Let it Go” (Frozen). Su versión del tema no terminó de convencer, quizá por el ritmo lento con pausas y dilataciones donde no debía haberlas (ver aquí). No obstante, John Legend salvó este inicio con una interpretación sencilla, y más que aceptable, de “America the Beautiful” –otra canción patriótica- con la ayuda de su piano (ver aquí).
Pero la atención durante la noche estaba enfocada en Katy Perry. La expectación giraba en torno a ella, después de varios meses de preparación, ensayos e incontables entrevistas en los medios de comunicación. Antes de que la cantante subiera al escenario, justo en el descanso del partido, sabíamos dos cosas. La primera era que, tal y como ya se había confirmado días antes, Lenny Kravitz sería el artista invitado. La segunda, se centraba en su larga lista de hits…éramos conscientes de que material tenía para no aburrir, sin embargo, desconocíamos si sería capaz de utilizarlo de la mejor manera. Juzga por ti mismo antes de continuar leyendo.
Se nos pasó un punto por alto. Y este es, por suerte para unos y desgracia para otros, que una gran mayoría de su público es adolescente e infantil.
Sentimos la misma decepción que cuando Perry afirmó, en su día, que en su último álbum, “Prism”, veríamos un cambio en la cantante…más maduro y adulto que sus trabajos previos. El resultado: un vídeo simplón en una selva de fantasía con “Roar” sonando de fondo. Con la actuación ha pasado lo mismo: “Seré la primera artista en la historia que traiga leones y tiburones al show de la Super Bowl”. El resultado: una entrada aparatosa subida a lomos de un león futurista –más parecido a uno de hojalata- que, más que miedo, daba risa. Y ya de los tiburones…mejor no hablamos.
La elección de las canciones fue acertada –punto positivo-, sin embargo, la ejecución en el escenario no brilló más que los propios temas. Cantó sobre pregrabado el primer tema, “Roar”, junto a una energía un poco descontrolada –la emoción pudo con ella-…y prosiguió con “Dark Horse”. En la misma línea aunque, esta vez, con lonas kilométricas extendidas por el suelo que proyectaban un efecto tridimensional algo pobre –nada en comparación con el de Madonna en 2012-.
Pese a que no luciera con ninguno de estos dos sencillos, la puesta en escena fue in crescendo. Llegó el turno de Lenny Kravitz y una colaboración rockera del mítico “I Kissed A Girl”, mientras la motivación de Katy continuó también en ascenso. Pero poco duró dicho júbilo… Lo siguiente fue un cambio brusco y bastante desacertado. La Katy cañera se esfumó y se transformó en la directora del mismísimo "Barrio Sésamo" en una improvisada isla desierta en compañía de los temidos tiburones, pelotas hinchables y bailarinas. Nos volvió a recordar que se debe a su público, al infantil, e interpretó “Teenage Dream” y “California Girls” de la peor manera –se temía que podría pasar y acabó sucediendo-.
No obstante, Missy Elliot apereció en el escenario para salvarnos a nosotros, que empezábamos a corear los estribillos junto a palmeras con ojos y bocas, y a la propia Katy Perry. Nos regaló bajos hiphoperos y nos transportó a una temprana adolescencia con su “Get Your Freak On”. Lástima que Katy se uniera después, tras un cambio de vestuario, e hiciera el ridículo intentando parecer una negra más.
El colofón a una actuación de lo más estrambótica fue el predecible final con “Firework”. Fuegos artificiales, Perry volando bajo una estrella fugaz de plástico, luces y más fuegos artificiales.
A pesar de todo, la cantante entretuvo y consiguió el nivel de espectáculo exigido para este evento. Aprobó… Pero es Katy Perry, y tampoco se le pueden pedir mucho. Se echó en falta “E.T.”, en colaboración con Kanye West, que quizá habría dado un toque más serio a todo el conjunto. Conclusión: Katy Perry seguirá siendo eso, ella misma, Katy Perry… Y esta puesta en escena no pasará a la historia entre el top 10 de los mejores shows de la Super Bowl.
Valoración: 6,5/10.
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